Orar que Dios alumbre
Durante
todo el trayecto los discípulos que iban camino de Emaús tenían sus
ojos velados según el versículo 16. Ahora, Jesús, hace como que va más
lejos y la reacción que ve en ellos es buena: le invitan a pernoctar
allí, con ellos. Al partir el pan, los discípulos le reconocen porque
nos dice el texto que “fueron abiertos sus ojos”
Llegados
a este punto, nos damos cuenta de cómo Dios está al control de todas
las situaciones. Él veló sus ojos para que no le reconocieran, se los
abrió cuando quiso, hizo que iba más lejos y les dejó elegir hospedarle o
no -aún sabiendo lo que acontecería-
Ellos decidieron escucharle, decidieron invitarle a su hogar, pero fue Dios quién les abrió los ojos para que viesen a Cristo.
Sin
menoscabar la responsabilidad humana y su capacidad de aceptar o
rechazar a Dios, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que es Dios el
que abre los ojos y el entendimiento. El Espíritu Santo es el que nos
convence para reconocer nuestra condición y aceptar la gracia de Dios.
¿No
sería entonces necesario, no sólo caminar al lado de la gente y
mostrarles a Cristo en la Palabra de Dios, sino orar fervientemente para
que sean abiertos sus ojos? ¡Que Dios nos ayude a no conformarnos con
hacer nuestra parte, sino orar que Dios haga la suya!
Lucas 24:28-31 Traducción en lenguaje actual (TLA)
28 Cuando se acercaron al pueblo de Emaús, Jesús se despidió de ellos. 29 Pero los dos discípulos insistieron:
—¡Quédate con nosotros! Ya es muy tarde, y pronto el camino estará oscuro.
Jesús se fue a la casa con ellos. 30 Cuando se sentaron a comer, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. 31 Entonces los dos discípulos pudieron reconocerlo, pero Jesús desapareció.
Traducción en lenguaje actual (TLA) Copyright © 2000 by United Bible Societies
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